Por Nómada Eme(*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
En el punto medio del recorrido me encontré reflexionando, mientras el viento hacía bailar cientos de semillas de flores silvestres, que acompañaron mi visión hacia las verdes tumbas, tan contrarias a mi vestimenta. Al contemplarlas, sistemáticamente ordenadas, comencé a pensar en el tiempo, en las personas, en los propósitos, en los mandatos, en los cambios, en lo que es y lo que fue. Cada pedaleada añadía algo más al hilo de pensamiento. ¿Cuánto falta para que mi cuerpo termine en este lugar? Era una pregunta que casi había olvidado, reemplazada por alguna distracción rutinaria, eso que hacemos para justificar que estemos siendo algo que existe.
El silencio del lugar, interrumpido por la cadena de mi bicicleta, fue abrazado por mi sentencia. Sería totalmente ingenuo buscar algún tipo de respuesta dentro de mí que no sea la lógica y racional: sé con toda certeza que en algún momento, tarde o temprano, ahí voy a estar. Y al mismo tiempo, en ningún lugar.
Quizás estas palabras sean lo único que quede de mi ser, junto con lo que escriba, con todo lo que se convierta en algo propio, la esencia simbólica, mi alma alfabética codificada en cuentos, en universos que surjan de mis pensamientos.
Cada vez que mis palabras se lean —en algún posible libro, en los borradores que ya comencé a archivar, en algún cuadro de un familiar, en este mismo momento mientras ojeás este cuento, envolviendo huevos de algún almacén, o con el papel a punto de ser consumido por el fuego del domingo—, existirán entonces como algo vivo, al menos hasta que termine, además de mí, todo lo demás.
(*)Seudónimo de Marco Millán, coordinador del Taller de Escritura y Literatura de la Municipalidad de Ezeiza.
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