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Línea rumbo a lo desconocido

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Por Martina Díaz(*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Míster Afro


Al principio no entendía bien por qué me contrataron tan rápido en la empresa de colectivos. Supuse que se debía a la escasez de personal. 
En el primer día de la Línea 518 conocí a varios de los que serían mis compañeros y me gané la simpatía de unos cuantos, aunque otros me miraban con recelo por mi corta edad.
El encargado de personal me indicó la tarea y terminé con Miguel (otro debutante) saliendo de la terminal de Spegazzini en el interno 74.
Los antipáticos me desearon suerte, entre risas y cuchicheos. Los demás, en cambio, enmudecieron. 
¿Por qué ese cambio tan repentino? 
Tomé el volante para comenzar el recorrido de la Escuela Nº 13. El camino me lo sé de memoria, con la diferencia de que ahora soy conductora. Miguel trajo un equipo de mate y gustosa acepté unos cuantos. Al llegar a una pizzería con un cartel de letras rojas, subió la primera pasajera: una señora de unos 50 años, que dijo que iba hasta la plaza de la calle Lamadrid.
Al ser el turno de las  cinco y pico de la mañana, es habitual que circule casi vacío, más aún al ser un trayecto que pocos utilizan.
En la plaza redonda, la mujer descendió por atrás y se perdió en la oscuridad. 
Dos cuadras después empezaron ciertas incongruencias. En la esquina de Winter y Tuyutí las puertas del medio se abrieron. Un error técnico, pensé.  
Un hombre que vimos desde lejos en la parada de Santa Ángela y Alem no estaba cuando estacionamos. Raro, ¿verdad?
¿Me creerían que estuve a punto de salir de la 205 y chocar contra un poste, porque el volante cobró vida?
Aterrados, llegamos a la estación de Ezeiza, luego de ruidos extraños, frenadas bruscas y pasajeros borrosos, que creí ver cerca mío a través del espejo retrovisor.  
Casi al finalizar la jornada, un compañero me dijo que ese coche estaba maldito y que se volvía peligroso antes del amanecer. 
Cuando estaba por creer en semejante tontería, todos se rieron en mi cara. 
¡Menuda broma la de mis colegas! 
Aunque, la verdad, ciertas marcas en mi cuello indican otra cosa. 

(*)Estudiante de la Escuela Técnica Nº 1 de La Unión, trabajó el relato con la profesora de Lengua y Literatura Graciela Castruccio, para participar del Concurso Buenos Aires Fantástica.

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